
Por allá por 1998, en el barrio Plaza Italia de Santiago, nace una pasión por la sanguchería. Las maestras entre churrascos, lomitos y una plancha chirriante; con todo el mundo esperando su pedido, gente de todas partes y conversaciones de todos los tipos. Todos juntos. Ahí cabían todos. Comida simple, honesta, rica, transversal, chilena. Un lugar donde podía entrar quien quisiera, un lugar para todos. Eso nos movía cuando creamos El Chacarero en Antofagasta.
Pelamos el ajo desde el principio. Se nos ocurrió abrir en 2018 y ampliarnos en 2019, justo antes del estallido social. No teníamos ni uno, pero el comedor estaba lleno. Nuestros clientes lloraban mientras comían —no de emoción precisamente, sino porque pasaba el zorrillo por fuera y el lacrimógeno se metía al local. Las servilletas se hacían pocas. Con lo que nos quedó, nos las arreglamos para poder vender chopito en marzo de 2020.
Y entonces vino la pandemia. Pasamos el encierro en la cocina, repartiendo sándwiches de punta a punta en toda Antofa. Donde nos llamaban, llegábamos. Y así, entre pan amasado, carne y ají verde, resistimos.
Hoy seguimos de pie, orgullosos de nuestro Chacarero. Queremos ser ese clásico chileno que nunca falla, al que puede ir quien quiera, como en Plaza Italia. Y aunque la historia sigue escribiéndose, ya no es solo un sueño: ya abrimos en Antonino Toro, con más ganas que nunca de compartir la mesa contigo.
Nos vemos por allá.